La madurez de Carrasco

  • El ‘21’ del Atlético de Madrid demostró ante el Barcelona que ha subido un peldaño en todos los sentidos

Yannick Carrasco en el partido ante el Barcelona

En la primera etapa de Yannick Carrasco en el Atlético de Madrid, lo más difícil para el belga era cumplir las exigencias defensivas del entrenador argentino Diego Simeone. Ahora, más maduro tras dos años en China, se ha transformado en un peón disciplinado capaz de reconvertirse en lateral izquierdo ante el Barcelona, sin perder el olfato con el que hizo el gol decisivo (1-0).

Protagonista de uno de los periplos más curiosos de los últimos tiempos -un jugador que en su apogeo futbolístico y a los 24 años se marchó de un Atlético con el que había sido subcampeón europeo al Dalian de la Superliga china-, el veloz extremo rojiblanco regresó de otra forma a la entidad del Wanda Metropolitano.

Yannick Carrasco en el partido ante el Barcelona.

“Mi etapa en China me hizo bien para madurar y conocer otras cosas, y ahora creo que todos los compañeros, el cuerpo técnico y el club han visto que he madurado mucho y es algo positivo para el equipo”, explicó este septiembre, después de firmar el contrato por cuatro temporadas que transformaba su cesión en fichaje en propiedad para el equipo del Wanda Metropolitano.

Esa madurez queda patente en partidos como el de este sábado ante el Barcelona, en el que Carrasco, un velocista y regateador impenitente nada aficionado en mirar al retrovisor, ejerció como disciplinado carrilero en la defensa de cinco jugadores que Simeone dispuso cuando el Atlético defendía ante el Barcelona.

“Es verdad que es un puesto un poco defensivo. Me adapto al equipo, trabajo para el equipo e intento dar lo mejor”, explicó tras el partido un Yannick adiestrado ya en esas lides por el esquema que utilizan los ‘Diablos Rojos’ que dirige el español Roberto Martínez, que suele jugar con tres centrales y carrileros que son más centrocampistas que defensores.

Yannick Carrasco celebra su gol.

Estoy acostumbrado con la selección a jugar de carrilero, no es un puesto nuevo para mí, y he intentado darlo todo para el equipo”, añadió Carrasco.

Sin embargo, no es para nada habitual este sistema en un Atlético que en los últimos partidos, y de la mano del descubrimiento de Mario Hermoso como central-lateral por la izquierda, ha encontrado este esquema como clave de bóveda para permitir las subidas del lateral diestro Kieran Trippier sin perder equilibrio defensivo.

Ante el Cádiz ya probó este sistema mutante, que en ataque es un 4-4-2 y en defensa un 5-3-2, y ante el Barcelona lo perfeccionó, pese a los problemas que le planteó el extremo francés Ousmane Dembélé en el primer cuarto de hora por el costado derecho. Lo que no tapó Carrasco, lo frenó Hermoso, que añade criterio en la salida.

Pero el belga no solo hizo un ejercicio de generosidad defensiva poco esperable en su primera etapa, sino que realizó esa actuación justo después de regresar de una lesión muscular que le había dejado fuera cuatro partidos, y además lo acompañó de una constante percusión en ataque con su banda izquierda.

De una de esas situaciones de pura insistencia, en un balón perdido por Piqué en un mal control tras un saque de esquina a favor del Barcelona, Carrasco creyó. Vio que su compañero argentino Ángel Correa robaba y miraba hacia adelante, y para entonces el extremo belga ya corría millas en pos de la portería. Sorteó con un túnel la salida desesperada de un descolocado Marc-André Ter Stegen y embocó a distancia el balón pese a la segada de Clement Lenglet.

El gol, en el minuto 45, fue un mazazo psicológico para el Barcelona y una nueva reivindicación para Yannick Carrasco. Una más en la lista del extremo del Atlético.

Porque ante el mismo rival, cinco meses antes, ya protagonizó con dos asistencias el duelo en el Camp Nou (2-2), después de sentir que su papel menguaba en las rotaciones de un Atlético postpandemia en el que Simeone ya comenzaba a ver que esa “transición” que repetía el año pasado a estas alturas estaba cristalizando.

Una transición que ahora se denomina evolución, en la que ha ayudado mucho la inesperada llegada del uruguayo Luis Suárez, con el que el conjunto rojiblanco ha dado el paso a juntar a más jugadores ofensivos y ser más protagonista, pero que también puede llevar a cabo sin él, como dejó claro en la noche de este sábado.

En esa evolución, Carrasco reclama su espacio como martillo por la izquierda, al igual que Marcos Llorente lo es por la derecha por su exhuberancia física y fe infinita en sus posibilidades. El belga añade a esas cualidades ahora una madurez cultivada durante dos años en el fútbol chino, una decisión sorprendente en un jugador de su edad y proyección, como inesperada fue su vuelta.

Un Carrasco más maduro, que no ha perdido otra de sus señas de identidad: ser un jugador relevante en los partidos de máxima exigencia, como el de anoche ante el Barcelona.

No en vano, marcó el gol que igualó la final de la Liga de Campeones de 2016, en Milán ante el Real Madrid, y volcó hacia su equipo un partido en el que al Atlético le faltó quizás la ambición para ir a ganar el trofeo, perdido en los penaltis. Quién sabe si esta transición le volverá a poner en esa tesitura.

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